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Violenta manifestación de agricultores en Sudáfrica

Nuevos actos de violencia se registraron este miércoles durante unas manifestaciones de obreros agrícolas, cuya huelga por mejores salarios se extendió hacia el interior de El Cabo (suroeste), con saldo de un muerto y cinco heridos en Wolseley, según la policía.

Nuevos actos de violencia se registraron este miércoles durante unas manifestaciones de obreros agrícolas, cuya huelga por mejores salarios se extendió hacia el interior de El Cabo (suroeste), con saldo de un muerto y cinco heridos en Wolseley, según la policía.

Varios miles de trabajadores de las ricas explotaciones de frutas y viñedos de la región de De Doorns, a 140 km al noreste de El Cabo, piden desde hace unos 10 días que se duplique su remuneración a 150 rands (13,50 euros) diarios.

Desde el comienzo del conflicto, que recuerda al que dejó unos 60 muertos en las minas desde agosto, se produjeron numerosos choques entre la policía y los obreros agrícolas.

La violencia, contra la cual la oposición ha solicitado la presencia del ejército, sufrió una escalada el miércoles, afectando a Ceres, la capital sudafricana de las frutas, y la vecina población de Wolseley, donde un hombre de 28 años murió en los enfrentamientos con la policía, y otros cinco quedaron heridos.

La policía precisó que había utilizado granadas ensordecedoras y disparado balas de caucho.

"La policía no nos pidió nada, lo único que hicieron fue dispararnos, y la gente ahora está furiosa... hay un muerto y un hombre herido en una pierna. La policía debe explicarse ahora, ya que no teníamos problemas con ella. Lo único que estábamos haciendo era ir hacia los campos de trabajo para llevar a cabo una huelga por nuestro dinero", declaró Bongani Mtomzale, de 20 años, empleado en la recolección de uvas.

Wolseley ofrecía en horas de la tarde todas las señales del comienzo de un motín: múltiples retenes de policía, camionetas calcinadas, vitrinas rotas, locales de donde se escapaba una columna de humo. Una fábrica de acondicionamiento se consumía en los alrededores de la ciudad.

La calma parecía haber vuelto a De Doorns, donde la principal calle de acceso estaba no obstante repleta de neumáticos calcinados o en llamas.

"El problema es que los hacendados no quieren pagar un salario que permita vivir", explicaba Thobinkosi Nyembe, de 51 años, padre de seis hijos y empleado de un viñedo desde 1976.

Sudáfrica atraviesa una crisis social sin precedentes desde el fin del apartheid en 1994; la mina de Marikana (norte) se ha vuelto el símbolo con la muerte de 34 huelguistas, acrbillados por la policía el 16 de agosto.