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Pocos cambios en los consumidores y productores textiles un año después de la tragedia de Bangladesh

Unos supervivientes del incendio en el edificio Rana Plaza, que albergaba fábricas textiles, durante una reunión de asesoramiento, el 13 de abril de 2014 a las afueras de Dacca

El derrumbe del edificio Rana Plaza de las afueras de Dacca provocó hace un año una toma de conciencia mundial sobre las condiciones laborales de los talleres textiles que trabajan para la gran distribución occidental, pero los cambios concretos han sido pocos.

"Realmente, nada ha cambiado", afirman tanto Yves Marin, experto en consumo del gabinete Kurt Salmon, como Nayla Ajaltouni, coordinadora de Ética sobre la Etiqueta, una ONG.

"No se puede decir que no se haya hecho nada", considera Ajaltouni, "pero los distribuidores se contentaron con un esfuerzo mínimo" después del accidente, que costó la vida a 1.138 en las cercanías de la capital de Bangladesh.

Casi todas las grandes marcas firmaron el Fire and Building Safety Agreement (Acuerdo sobre incendios y seguridad edilicia), para mejorar la seguridad de las fábricas en este paupérrimo país del sur de Asia.

Algunos distribuidores, a imagen de Inditex (Zara) y Camaïeu, también han contribuido a un fondo de indemnización para las víctimas de la catástrofe.

Grandes empresas, como las estadounidenses Gap y Walmart y la francesa Auchan, han lanzado además auditorías internas para verificar que sus subcontratistas en Bangladesh respetan las normas de seguridad.

Gap afirma que esas medidas han permitido "progresos", en particular gracias a la instalación de puertas cortafuego, extinguidores o sistemas de detección de humo en las plantas donde se fabrican sus productos.

El número uno de la distribución mundial, Walmart, afirma que ha mejorado "en un 48% la seguridad eléctrica y en un 30% la seguridad media" de sus fábricas.

El grupo francés Auchan realizó a finales de marzo "82 controles sorpresa", que la llevaron a romper el contrato con dos subcontratistas.

"Desde la catástrofe, los distribuidores se muestran más vigilantes sobre el control de sus contratos, lo que los incita a reforzar su ética de negocios", afirma Marin.

El grupo sueco H&M anunció el lanzamiento de una política de "salarios equitativos" para sus obreros textiles peor pagados, que se aplicará... en 2018.

Entre tanto, las condiciones de producción en los países con mano de obra barata no han evolucionado demasiado. Los salarios han aumentado un poco, pero siguen siendo miserables, y los diferenciales sociales en la estructura del trabajo aún son importantes.

La industria textil de Bangladesh mueve unos 22.000 millones de dólares anuales (es la segunda del mundo, después de la de China) y representa el 80% de las exportaciones del país.

- Cambios para la galería -

"Sobre esta espiral de producir cada vez más barato se construye la evolución del poder de compra en los países desarrollados y eso no cambia, sobre todo en periodos de crisis, cuando la cuestión de precios se encuentra en el meollo de todo", subraya Marin.

Para la asociación Ética sobre la Etiqueta, estas iniciativas responden sobre todo a "posturas mediáticas". Los distribuidores "tienen interés en comunicar sobre la mejora de la seguridad de sus cadenas de aprovisionamiento; es algo bueno para su imagen, pero cuando nosotros, las ONG, les preguntamos sobre lo que cambiaron concretamente, se niegan a cooperar".

También en los comportamientos de los clientes se comprueba la brecha "entre las declaraciones y el comportamiento real", afirma Marin.

Una encuesta para el Foro Mundial de Derechos Humanos, en mayo pasado, reveló que el 71% de los franceses desea saber en qué condiciones se fabrican los productos que consumen -aunque sólo el 13% sobre la ropa que usan-, pero sólamente el 58% está dispuesto a pagar más por estos. Un 31% se opone además totalmente a desembolsar un euro más.

"El Rana Plaza provocó una toma de conciencia, pero en el sector textil la percepción del precio está totalmente distorsionada por años de comprar ropa a precios de saldo", advierte Nayla Ajaltouni. "Volver atrás y estar dispuesto a pagar más por una camiseta o un pantalón vaquero será forzosamente difícil de aceptar, sobre todo cuando el poder de compra se reduce", remata Yves Marin.

Para Ética sobre la Etiqueta, más que los comportamientos individuales, debe modificarse la ley. "Mientras quienes den las órdenes no sean declarados legalmente responsables de su cadena de subcontratos, con sanciones penales y financieras concretas, las multinacionales no tendrán ningún interés en hacer evolucionar un modelo de producción totalmente irresponsable socialmente, pero que les reporta mucho dinero", juzga Ajaltouni.